El mundo poscovid y la transformación digital suponen desafíos y oportunidades que se pueden aprovechar mejor cuanto más capacidades para la innovación tenga cada organización. 

La innovación es tan relevante para las organizaciones establecidas como para la creación de nuevas. Las diferencias que históricamente separaron al directivo de la empresa existente del emprendedor están disminuyendo. En el caso del directivo, la gestión de lo cotidiano está perdiendo peso entre los atributos más valorados, a favor de la identificación proactiva de oportunidades que permitan apalancar y desarrollar las capacidades de la organización. En el caso de los emprendedores, ganan relevancia las capacidades para transformar buenas ideas en emprendimientos dinámicos, aquellos que pueden transformarse rápidamente en empresas de fuste.

Los entornos empresariales están cambiando dramáticamente. Uno de los factores que más ha impactado en las organizaciones en las últimas décadas es la acelerada evolución tecnológica. La opinión mayoritaria de los directivos es que la principal amenaza percibida en el corto y mediano plazo es la aparición de empresas sustentadas por nuevos modelos de negocios, muchos de los cuales se basan en las posibilidades que la evolución de las tecnologías y su difusión permiten.

Ya sea para neutralizar las amenazas o aprovechar las oportunidades que se plantean, el directivo debe contar con las herramientas de análisis, diseño e implementación que ello requiere. Pero las dificultades inherentes a la transversalidad de la innovación resultan en un pobre retorno de los esfuerzos puestos en ella; esto obedece fundamentalmente a la falta de un adecuado proceso de gestión de la innovación.