Por Joaquín Ramos
Uno de los recuerdos más frecuentes que tengo de mi infancia es el de aquel momento en que mis padres empezaron a confiarme pequeñas tareas y recados domésticos por primera vez. Al principio, dentro de casa; más adelante, fuera. Así nos mandaban a mi gemelo Sebastián y a mí a buscar “pan y leche”.
Claro que no nos mandaban sin especificar el mandato. Nos decían: “Dos flautas y dos bolsas rojas”, haciendo referencia a la leche entera Conaprole. Difícil errarle, incluso para dos niños de seis años que salían a la aventura del mundo exterior, una cuadra y media más allá de su hogar.
Pensando en esos mandados, no deja de generarme cierta impresión cuánto se ha sofisticado el mercado de la leche. Treinta años atrás, bolsa roja o bolsa celeste. Hoy, sin embargo, uno debe prestar verdadera atención a la tarea, porque la probabilidad de errar es muy alta. La góndola de los lácteos se ha sofisticado a niveles algo exagerados. Hay leche entera, descremada, semidescremada, deslactosada, con omega tres, extra calcio, primeros pasos... ¿Y por qué esto? Porque los clientes demandan cosas distintas. Ya quisiera cualquier productor vender solamente un tipo de leche. Pero los clientes han evolucionado y eso exige desarrollar nuevas competencias para acercar una propuesta de valor acorde a las expectativas.
Con el mercado de la formación ejecutiva sucede algo similar. En concreto, con el MBA. Ser MBA significa muchas cosas. Pero también se ha llegado a un punto en que las personas sienten que se ha comoditizado. Al final, todos ofrecen más o menos lo mismo. Si ser MBA significa muchas cosas, necesariamente, no significa nada. Si querés ser todo para todos, entonces terminás siendo nada para nadie.
A diferencia de lo que sucede con la leche, cuando hablamos de un MBA, hablamos de una decisión de altísimo involucramiento. El costo de oportunidad es tan alto —en términos de inversión económica y sobre todo en tiempo— que más vale tomar la mejor decisión posible. El MBA se cursa una sola vez en la vida. Más vale que sea el MBA para mí.
¿Qué quiere decir el MBA para mí? El que mejor se adapte a mi realidad y a mis proyectos. El MBA tiene que convertirse en un traje a medida, único para cada persona. Y esta es la propuesta del IEEM: ofrecer el MBA más personalizado posible.
Siempre hemos usado la analogía del enorme puchero. Esa gran olla donde cada participante va sacando aquello que quiere o precisa. Hoy, luego de varios años de trabajo, hemos decidido ir varios pasos más allá, para reformular nuestra propuesta, conscientes de que el mercado —los participantes— esperan y precisan una experiencia más personalizada.
Esto se traduce en cambios significativos en el formato, el delivery, la metodología y, sobre todo, en la ratio profesor/participante más alta de la región. En este sentido, acompañamos a los participantes para que esta experiencia sea a medida, sin perder el tiempo, sin horas mal aprovechadas. Asignamos un coach personal para profundizar en el autoconocimiento, los objetivos y la forma de alcanzarlos. Damos feedback constante, sobre lo que vemos dentro y fuera del aula, a partir de la visión de los profesores, los instructores presentes en las reuniones de equipo, los protagonistas que hacen realidad los casos y los compañeros de clase. Todo en una experiencia inmersiva donde conviven participantes y profesores, con almuerzos, desayunos, charlas, reuniones y todo lo que sea necesario para que cada uno sienta que este MBA fue pensado por y para él.
El mercado cambió, los clientes cambiaron, las necesidades de los líderes también. Por eso hoy, en el IEEM, evolucionamos y ofrecemos un MBA distinto, único y a medida.
¿Querés saber más? Completá tus datos y un asesor académico se pondrá en contacto contigo