Publicado el : 20 de Diciembre de 2024
En : General
Por Pablo Regent, profesor del IEEM
La última actividad del año con Antiguos Alumnos tuvo como objetivo discutir sobre “esas cosas” que hacen que una empresa sea un mal lugar para trabajar o quizás, más benévolamente, un lugar no tan bueno al que dedicar el tiempo laboral. Luego de escuchar una excelente ponencia del conferencista Xavier Marcet, autor de Management Humanista, se lanzó un debate con la presencia de más de ochenta de nuestros Antiguos Alumnos con el fin de confeccionar un test rápido para que, en estos días de descanso, quizás en una reposera en la playa o en el borde de la piscina, usted se anime a evaluar si estos síntomas que advierten sobre un mal lugar para trabajar están presentes en su empresa. ¿Se anima a hacerlo? Le garantizamos que le resultará interesante. Quizás le parezca un poco frívolo, puede ser que lo sea, al fin y al cabo, es solo un test de verano. Pero, si luego de hacerlo le cuesta alejar sus pensamientos de aquella sensación que lo asalta cuando cada mañana marca tarjeta, el tiempo dedicado habrá valido la pena. Ánimo, no es más que un juego para pasar el rato. O no.
Síntoma 1: Falta de cuidado a las personas
Se trata de organizaciones en las cuales no hay un plan de carrera visible en el cual apoyarse para construir un desarrollo personal. Son empresas en las que las promesas dadas sobre las oportunidades futuras no tienen más vida que la que va hasta el próximo cambio de gerente. Si uno trabaja en uno de estos lugares, la incertidumbre es sobre qué puede deparar el futuro. No por los avatares de los negocios, sino por los caprichos de los superiores de turno, sean estos propietarios o ejecutivos.
Síntoma 2: Prevalencia de la regla “siempre se hizo así”
Los lugares de trabajo donde aparece demasiado seguido la lógica de hacer las cosas del mismo modo, debido a que “siempre se hicieron así en el pasado”, suelen ser espacios en los cuales la búsqueda de protección por parte de los empleados tiende a ser atendida por una acción paternalista de parte de los ejecutivos. Estos trabajan duramente para crear un espacio de confort que, aunque bueno en algunas ocasiones, se convierte en un fin en sí mismo. Cuando esto sucede, el desánimo comienza a reinar y la sensación de ausencia de riesgo corroe el ánimo de personas y equipos.
Síntoma 3: Exceso de objetivos y métricas
Una firma en la que hay tantos objetivos cuantitativos y métricas asociadas a iniciativas, que el empleado medio debe anotarlas en un cuaderno para poder memorizarlas, señala un ambiente de trabajo nocivo. Se definen metas y se lanzan iniciativas, pero, antes de que terminen su ciclo, se suman otras, muchas veces contradictorias. Los que allí trabajan se confunden y, ante la incapacidad de alcanzarlas todas o simplemente prestarles atención en forma pareja, deciden optar por una u otra, apostando, en el más literal sentido del término, a cuál será finalmente la más valorada. Todos están de acuerdo en que hay falta de foco, las reuniones se van en analizar volúmenes de información enormes que casi nadie entiende y, antes de poder concluir algo, ya sale el nuevo reporte con valores y tendencias actualizadas.
Síntoma 4: Inconsistencia entre lo que se dice y lo que se hace
Si bien esto donde más se percibe es en el discurso de fin de año del CEO o de la persona de vértice, no está exento el resto del año de ocasiones en que los que allí trabajan asisten absortos a jefes que dicen cosas que no tienen nada que ver con lo que luego ellos mismos hacen. Peor aún, cuando esta inconsistencia se da entre lo que se exige a los otros y lo que ese jefe se exige a sí mismo. Otra versión de este síntoma de mal ambiente laboral es el exceso de procesos de cambio. Aún no se han asentado las normas nuevas cuando aparece alguien con poder, no con autoridad, y lanza una nueva línea de trabajo que descalifica lo que aún se estaba digiriendo.
Síntoma 5: Desprecio por la pasión bien entendida
En una firma puede haber personas muy formadas y con la mejor de las intenciones, pero, si en la consecución de lo que la empresa les propone para servir a sus clientes la tónica imperante es la frialdad del croupier, el desánimo empieza a cundir. Cierto que esta falta de entusiasmo se puede suplir temporalmente con dinero, pero tarde o temprano el que se está llenando los bolsillos se preguntará por qué está insatisfecho. La pasión saludable se convierte en motor orientado a hacerse cargo de que las cosas sucedan. Cuando esta fuerza falta, el ambiente deriva hacia construir excusas para salvar las sentaderas.
Este breve test ha sido construido por más de ochenta Antiguos Alumnos del IEEM que asistieron el día viernes 29 de noviembre a la sesión de clausura de actividades del año. La compilación y edición ha estado a cargo del profesor Pablo Regent.