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Tecnología vs. personas, ¿el fin de nuestros puestos de trabajo?


Publicado el : 14 de Abril de 2016

En : General

El 12 de abril se desarrolló la XVII Asamblea de Antiguos Alumnos del IEEM en el Aeropuerto de Carrasco con la participación de más de 400 personas.

Bajo el título Tecnología vs. personas, ¿el fin de nuestros puestos de trabajo? se presentaron los resultados de la investigación realizada por el Centro de Economía Sociedad y Empresa. La presentación estuvo a cargo del decano del IEEM, Pablo Regent, del director del Centro de Economía, Sociedad y Empresa del IEEM, Ignacio Munyo, y de la profesora de Comportamiento Humano en la Organización, Valeria Fratocchi.

En palabras de Pablo Regent, el avance de la tecnología sobre el mundo del trabajo es una realidad que a nadie puede sorprender. Sin embargo, la velocidad con que este fenómeno se viene dando en la última década trastoca el mundo de los negocios, sectores enteros y hasta economías de países y regiones. Dado que es un fenómeno global, a partir del trabajo de Frey y Osborne de la Universidad de Oxford, el IEEM realizó un análisis pormenorizado de la probabilidad de extinción de los puestos de trabajo actuales en nuestro país. Dentro de nuestra sociedad, hay puestos en situación crítica mientras que otros enfrentan un futuro promisorio.

Replicando la metodología desarrollada en la Universidad de Oxford con datos de nuestro país, surgió que el 54 % de las posiciones de trabajo hoy ocupadas en Uruguay corren un alto riesgo de automatización en los próximos 10 a 20 años. Con datos de la encuesta continua de hogares del INE, una muestra representativa de la población del Uruguay, se investigó el perfil de las personas que más riesgos tienen de perder sus trabajos. Se presentó evidencia de cómo la edad, el sexo, la educación, la ubicación geográfica y el sector de actividad se relacionan con el grado de automatización de los trabajos.

Los datos indican que las mujeres están empleadas en trabajos con menor probabilidad de robotización que los hombres. Mientras el riesgo de robotización es 46 % en el caso de las mujeres, asciende a 62 % para los hombres.

Ignacio Munyo explicó que es bueno tener presente qué cualidades son más difíciles, o imposibles de automatizar. A pesar de los enormes avances en la materia, todavía los robots están lejos de los humanos en percepción y manipulación. La capacidad creativa es también un cuello de botella para el avance de la robotización. Tanto la originalidad para generar nuevas ideas o desarrollar maneras creativas de solucionar problemas o la habilidad para producir sensaciones nuevas a través del arte son, por ahora, muy difíciles de robotizar.

Una enorme barrera a la robotización viene por el lado de la interacción social. La inteligencia social, incluye habilidades como la percepción para ser consciente de las reacciones de los otros y poder entenderlas, la persuasión para influir a otras personas para cambiar su pensamiento o comportamiento, la negociación para alcanzar acuerdos ante diferencias y la asistencia para proveer atención médica y apoyo emocional.

Sin lugar a dudas la educación afecta el riesgo de robotización. Aquellos que hoy tienen un nivel educativo más elevado están ocupados en empleos con menor riesgo de quedar obsoletos. El riesgo es 59 % para aquellos que tienen primaria completa; 49 % para los que se quedaron con secundaria; 44 % para aquellos con educación técnica; 27 % para los que terminaron la universidad y 18 % para los que tienen un título de posgrado.

El sector de actividad también importa. Quienes trabajan en el sector servicios tienen menos riesgo de que su trabajo sea realizado por un robot en los próximos 20 años (38 %) que los que trabajan en el comercio (69 %); en la industria manufacturera (75 %); o en el sector agropecuario (78 %).

Los datos indican que la situación es heterogénea por departamentos. Montevideo (50 %) tiene los menores registros de automatización y Cerro Largo (61 %) lo más elevados. Más allá de los diferentes niveles educativos de la población de cada departamento, y la proporción de personas que trabajan en el agro o en servicios, existen características inherentes a cada región que afectan el tipo de trabajos y por ende su riesgo de extinción.

Por su parte Valeria Fratocchi manifestó que las tecnologías pueden ser liberadoras de muchísimas horas de trabajo y esfuerzos hoy estériles, y en el futuro aplicables a fines motivantes y valiosos.

En lo referente a cómo pararnos frente a esta situación, el objetivo deseable no sería frenar el desempleo, sino liderar una migración progresiva y sustentable hacia empleos de mayor calidad.

Agregó además, que “sufrimos la rigidez de una normativa laboral que no contempla un funcionamiento que no sea el fabril o similar”. Hay un desequilibrio que cada vez es más pronunciado entre el contrato legal que nuestra legislación habilita y el contrato psicológico que establecemos con los trabajadores del conocimiento.

Para Pablo Regent, “el deber principal para Uruguay es colocarse entre los ganadores de este nuevo orden laboral mundial”.

Para ello hay que actuar, a nivel de gobierno y parlamento, adaptar las normas laborales y tributarias a los nuevos desafíos; en la educación, más allá de la necesaria formación científica que pasa a ser una condición básica, avanzar en todo lo que se conoce como habilidades blandas (que son justamente las que la tecnología encuentra dificultades para abordar).

Las empresas deberían hacer sus inventarios de tareas automatizables y también de esas “jaulas de oro” que destruyen la posibilidad de desarrollo vocacional creando sistemas de incentivos perversos.

También a los sindicatos les cabe una responsabilidad, en particular incluir en su agenda la medición continua de ratio de riesgo que hoy Uruguay presenta –se calcula en el 54%– para que año a año la acción conjunta de gobiernos, empresa y trabajadores muestre disminuciones significativas.


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