Reflexiones sobre el rol de la mujer en la empresa
Por Inés Prosper, profesora del IEEM
Un estudio reciente, llevado a cabo por el Círculo Uruguayo para la Mejor Gobernanza de las Organizaciones, mostró que las mujeres ocupan un 7 % de los asientos en los directorios de las empresas uruguayas: un dato que nos interpela a todos como sociedad.
A medida que se va ascendiendo en la escala jerárquica de las compañías, el porcentaje de representatividad femenina va disminuyendo. Hay causas que son ajenas a nosotras: creencias, comportamientos, roles y estereotipos arraigados en la sociedad, cultura empresarial, motivos biológicos y un sinfín de factores que terminan resultando en esta realidad.
La empresa Advice, a través de su Monitor Laboral publicado en febrero de este año, mostró que de cada 100 personas que se presentaron a un puesto de dirección o gerencia entre 2019 y 2023, 68 fueron hombres y 32 mujeres. Respecto del éxito en la selección de estas personas, los datos indican que no existe un sesgo en favor de los hombres (ni de las mujeres): el porcentaje de hombres y de mujeres seleccionados para puestos de dirección y gerencia fue similar al de los hombres y mujeres que se presentaron a los llamados.
A la hora de definir y ejecutar nuestro recorrido profesional, la mayoría de las mujeres batallamos contra nuestra peor enemiga: la voz interior. Muchas de nosotras tenemos una voz que nos dice fuerte y claro que estamos donde estamos por pura suerte, no por nuestro mérito. O, en el mejor de los casos, nos dice que somos adecuadas para el puesto actual, pero que no somos lo suficientemente buenas para ascender, ya que dirigir requiere características que no poseemos. En otros casos, la voz no es tan explícita, actúa a un nivel más inconsciente. En consecuencia, muchas mujeres ni siquiera nos proponemos estar en puestos de alta dirección. Es una posibilidad que no contemplamos o que descartamos rápidamente.
Quisiera dedicar este artículo a cada una de las mujeres que vive esta lucha interna. Quisiera estimularlas a contestar a esa voz interna, con otra voz distinta que sea una herramienta de impulso y no una barrera para el ascenso profesional.
Seguramente, alguna vez en tu trayectoria profesional te enfrentaste a una posibilidad de crecimiento que no tomaste. Un cargo al que no te presentaste. O te presentaste, pero te hiciste trampa al solitario en la entrevista. Un lobby que no hiciste y que te dejó fuera de competencia. Tu voz interior te dijo que ese no era tu lugar, que no eras suficiente para ese puesto.
Cada vez que te dijiste eso y actuaste en consecuencia, lograste la profecía autocumplida del no ascenso, renunciaste a liderar un equipo, lo dejaste en manos de otra persona. La pregunta fundamental que aparece a continuación es la siguiente: ¿a quién le estuviste cediendo esos puestos de poder?
Esa persona con la que decidiste no dar batalla, de forma más o menos consciente, ¿es realmente mejor que vos para ese puesto?
Como mujer, seguramente te hagas cargo de muchas cosas más allá de tu trabajo. Quizás hayas constituido una familia de la que seas la piedra angular, a la que le estés aportando tu visión estratégica como norte para tomar decisiones. Probablemente planifiques y luego coordines a muchas personas para llevar a cabo esas decisiones, ejecutes diversas tareas incansablemente, tomes decisiones financieras y, más importante aún, hagas un esfuerzo constante por mantener al equipo unido en los buenos y en los malos momentos. ¿No serían esas cualidades valiosas para liderar una empresa? ¿Realmente son tus características menos apropiadas para la dirección que las de la persona que quedó en tu lugar?
La pregunta ácida es: ¿cederías a esa persona el liderazgo de tu familia? Entonces, ¿por qué le estás cediendo el de un equipo de trabajo?
Tal vez no hayas formado tu propia familia. Aun así, ¿no hay personas en tu vida que dependen en mayor o menor grado de vos? ¿No estás ejecutando algún rol de liderazgo fuera de tu empresa? ¿No estás negociando, mediando y alineando personas para que se cumplan ciertos objetivos? Siendo mujer, lo más probable es que la respuesta sea que sí. Una vez más: ¿delegarías ese liderazgo en otra persona?, ¿alguien lo haría mejor que vos?
Las personas que están ocupando los puestos de mayor jerarquía en tu organización ¿están llevando a su equipo adonde vos quisieras llevarlo? ¿Están haciendo de ese lugar de trabajo el mejor lugar de trabajo posible, con todo lo que implica? ¿Están inspirando a hombres y mujeres a ser mejores, a nivel personal y profesional? Seguramente tienen aciertos y algunos desaciertos. ¿No tendrías de ambos, vos, también?
Si tenés una visión propia de cómo deberían hacerse las cosas, ¿por qué no dar la pelea para que esa visión se haga realidad?
Te invito a tomar las riendas de tu carrera profesional, hacia un rol de mayor jerarquía dentro o fuera de tu organización. Te invito a hablarte con amabilidad, pero con firmeza, a darte cuenta de lo que sos capaz y a hacer todo lo que esté a tu alcance por conseguirlo. A no conformarte con que otros te dirijan, a dar los pasos firmes que te permitan liderar tu vida y la de las personas que confíen en vos, también en el ámbito profesional.
Porque, al final, si no nos liderás vos, ¿quién lo va a hacer?
Si te interesa profundizar en este tema, te invitamos a conocer el programa IP - Women Immersion