Por Valeria Fratocchi, profesora del IEEM
El activismo del CEO es un rol que trasciende el éxito empresarial y que implica asumir un compromiso con causas sociales que impactan no solo en la cultura de su organización, sino también en la comunidad en general. Este compromiso no es una decisión superficial ni está basada exclusivamente en criterios económicos o de imagen, sino que surge de virtudes fundamentales como la justicia, la fortaleza, el temple y la prudencia. Estas virtudes proporcionan al CEO la honestidad intelectual y la inteligencia emocional necesarias para decidir si se debe o no apoyar una causa, evaluando tanto el propósito personal como la capacidad de asumir un compromiso visible y relevante.
El activismo de un CEO es una extensión de su liderazgo y, aunque busca promover la justicia y fortalecer la democracia, introduce riesgos importantes para el negocio que deben ser evaluados con detenimiento. Estos riesgos no solo afectan a la comunidad en general, sino también a la propia cultura de la organización que el CEO lidera. Al poner en palabras y acciones sus valores personales, el CEO usa su poder e influencia —ya sea heredado por su apellido o construido a través del éxito de su empresa— para impactar de manera significativa en su entorno. Este ejercicio de poder es un reflejo de la famosa cita de Confucio: “Si quieres conocer a una persona, dale poder”.
Desde una perspectiva empresarial, el activismo del CEO puede ser visto como parte de la responsabilidad de modelar el entorno (shape the environment), en línea con los valores y la sostenibilidad del negocio, que siempre incluye la rentabilidad económica. Sin embargo, el activismo va más allá de la rentabilidad inmediata y se enfoca también en el impacto a largo plazo y más allá de los stakeholders.
Desde una perspectiva social, el activismo del CEO tiene un valor añadido cuando honra su poder de influencia no solo en el ámbito empresarial, sino también en el gobierno y en la opinión pública. Se trata de utilizar esa influencia para atender lo que es importante, lo que ha sido desatendido y lo que es justo. Aquí es donde el CEO tiene la oportunidad de hacer algo que nadie más puede hacer: anticiparse a los problemas o generar cambios disruptivos. Elegir una causa desde el enfoque de “hacer por los demás lo que te gustaría que alguien con poder hiciera por ti” permite que el activismo del CEO amplíe su perspectiva y logre un impacto mucho mayor.
El impacto reputacional a nivel público puede demorar y a veces es póstumo el reconocimiento del valor que se logra en estas causas, pero hay una victoria íntima y privada esperando a ese CEO activista que se pone al hombro lo que no tiene quick wins, que planta un árbol bajo cuya sombra nunca se va a sentar, y que nos devuelve la ilusión de verdad y justicia.
El activismo del CEO tiene un objetivo final: dejar un legado que no solo se mida en términos de confort material o éxito empresarial, sino en la mejora de la calidad de vida y las relaciones humanas. Hay causas que son difícilmente monetizables y solo son posibles desde una perspectiva de rentabilidad social y desde la intención de dejar a nuestros hijos un mundo mejor que el que recibimos; no solo en términos de confort, sino en una calidad de convivencia más amorosa. El CEO tiene espalda para hacer la diferencia en los temas en los que falla el sistema porque no ve o porque no soluciona. Si tiene la vocación, entonces puede elegir el activismo… Porque, además de un enorme poder económico y político, sigue siendo humano y hombre de barro, tiene la capacidad de empatizar con los problemas que afectan a los demás. Este tipo de liderazgo busca crear un entorno en el que todos puedan sentirse satisfechos con sus vidas y consigo mismos.