Por Carolina Pejo, directora de Antiguos Alumnos
Hace un tiempo atrás, me encontré con un desafío al que no le veía la vuelta. El proyecto más importante de la empresa, que era clave para mantener su posicionamiento, venía barranca abajo, debido a la falta de recursos. El equipo que lo llevaba a cabo estaba conformado por representantes del sector privado y público de distintas jerarquías.
Me llamó mi jefe y me dijo: “Quiero que te ocupes de este proyecto”.
Al día siguiente, convoqué a todos los integrantes del equipo, que venían trabajando hacía unos meses. Me presenté como la coordinadora del proyecto. Automáticamente tenía más de diez personas haciéndome preguntas de distinta índole.
Luego de la reunión, no sabía por dónde empezar, ya que, en lugar de escucharlos realmente para tratar de comprender el asunto, me ocupé de preparar las respuestas para comunicar mis propias ideas.
Ese día, iba camino a casa manejando, dándole vueltas a la frase cliché “hacé más con menos”, pero que no es fácil de aplicar en los entornos público-privados.
Se me vino a la cabeza una parte del libro Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva, que menciona que la mayoría cree que la clave para la propia influencia es la comunicación y hablar con persuasión, pero desatiende la escucha. Y hace una invitación a pensar en cuántas veces ponemos foco en escuchar detenidamente en vez de responder.
El libro dice que la clave está en la mutua comprensión, que nace del compromiso de al menos una persona de escuchar, en primer lugar, profundamente. A priori, parece obvio, pero en mi caso no lo aplicaba muy seguido.
Lo que siguió fue un proceso fascinante. Como equipo empezamos a ver los problemas desde ángulos completamente nuevos. Una y otra vez, identificamos formas de optimizar procesos, reutilizar recursos y replantear el enfoque del proyecto. Sin siquiera darnos cuenta, estábamos “pensando fuera de la caja”, pero desde la realidad de nuestras circunstancias. Y fue justamente esa combinación de creatividad y pragmatismo lo que llevó el proyecto al éxito.
La paradoja de la caja
Entendí que ser creativo no significaba desechar la caja, sino explorar todas las posibilidades que esta contiene.
No siempre es necesario romper las reglas o abandonar las estructuras existentes para innovar. A veces, las mejores ideas nacen precisamente porque hay límites que superar. La "caja", que a menudo percibimos como un obstáculo, puede ser, de hecho, la fuente de las soluciones más ingeniosas.
Conclusión: transformar la caja en una herramienta de innovación
Esta historia me enseñó algo que quizás suene cursi: la verdadera creatividad en el liderazgo no está en rechazar las limitaciones, sino en abrazarlas y utilizarlas.
Pensar fuera de la caja, desde dentro de la caja, no es una contradicción, sino una estrategia poderosa para cualquier líder que quiera marcar la diferencia y dejar una huella duradera.