Publicado el : 14 de Junio de 2024
En : General
Desde Harvard Kennedy School
A nivel de políticas de gobierno, es interesante analizar qué hace Estados Unidos, no solo porque aún mantiene su liderazgo tecnológico, sino porque además tiene un largo camino recorrido y hace ya mucho tiempo que la tecnología es medular en la agenda de seguridad nacional.
La comparación documental de las estrategias nacionales de Estados Unidos, China, Alemania e India (ver referencias) hace evidente las diferencias ideológicas entre quienes visualizan la estrategia tecnológica como otra de las formas de sostener un sistema democrático ya resiliente y quienes entienden que es una de las tantas formas de defender el crecimiento y bienestar dentro de un esquema socialista que les es prioritario. Para predecir su viabilidad y chances de éxito, hay que valorar la consistencia interna de estas estrategias, la consistencia externa y la consistencia a lo largo del tiempo. Este último es un factor en el que la centralización y control de China tiene una ventaja en continuidad y unidad que la renovación alternante de los gobiernos democráticos solo puede tener por cuatro o cinco años.
Además de comprobar la robustez y los recursos que China asigna a la carrera tecnológica, este análisis nos ayuda a ser conscientes de que es la tecnología la que definirá el futuro de la geopolítica y por lo tanto se trata de un asunto de seguridad nacional para Estados Unidos. Rankea ya no como “extremely important”, sino como un factor “vital” desde una mirada consecuencialista de largo plazo que, a partir de situaciones actuales, nos lleva a escenarios donde efectivamente la tecnología afecta cuestiones esenciales para la supervivencia de un país. Sea por el daño comercial y el impacto en el empleo de la sobrecapacidad productiva de China, sea por la dependencia de China e India para el aprovisionamiento de antibióticos básicos para el sistema de salud, o sea por el acceso a la vida privada y a la intimidad psicológica de las personas que logran algunas redes sociales, defender los intereses americanos conocidos —progreso, prosperidad y crecimiento— es hoy tan desafiante como la posibilidad de alimentar y fortalecer valores fundamentales como son la privacidad, la libertad y la democracia.
Analizar estrategias de tecnología, así como sus implicancias en materia de seguridad y riesgo, nos trae a un tema muy comentado en las aulas del IEEM: hablamos de países, hablamos de organizaciones, pero cuando se trata de decisiones, estamos hablando de personas que impactan en personas. Hablamos de Truman tirando la bomba atómica; hablamos de Elon Musk cuando hablamos del espacio; hablamos de Zuckerberg cuando hablamos de Instagram o de Llama; hablamos de Sam Altman cuando hablamos de ChatGPT; hablamos de Changpeng Zhao cuando hablamos de Binance. Cada uno con su carácter, cada uno con sus historias de vida y sus intenciones.
Se identifica entre los riesgos de las tecnologías emergentes el “personality dependence factor” en cuanto a quienes lideran en el gobierno y las empresas, así como la clave del logro de las estrategias —no importa cuán detalladas sean las formulaciones—. Tanto a nivel de tecnologías como de países y bloques, se nota el peso de estos liderazgos personales y, entre casa, nos referimos a “Xi” cuando hablamos de China o a “King Salman bin” para narrar la noticia de que Arabia Saudita no renovó el acuerdo del “Petrodólar” con Estados Unidos, que acepta que China le pague en Yuanes y que la amenaza de un sistema de transacciones internacionales que no sea SWIFT se suma al elenco de opciones que ya habían abierto las criptomonedas.
Gordon Moore predijo que el número de transistores en un chip se duplicaría aproximadamente cada dos años, con un aumento mínimo en el costo; así acuñamos el concepto de ley de Moore para explicar el avance exponencial de todas las potencialidades tecnológicas que vienen de la mano de la investigación. Seguramente Alfred Nobel, inventor de la dinamita y padre del premio que lleva su nombre, es la figura más recordada por hacernos tomar conciencia de lo que hoy se define como DURC (“dual use of research concern”), la preocupación por la dualidad de la tecnología, potencialmente útil para hacer el bien o el mal. Vivimos en un contexto que define por nosotros qué finalidad tendrá la investigación y la innovación, y que deja —por omisión de los gobiernos— en manos de los científicos el uso y aplicación de los nuevos descubrimientos. De ahí que, en el fondo, dependamos de la personalidad y las intenciones de Elon Musk cuando se trata de los niveles de seguridad del piloto automático del Tesa S y X.
No se trata de asumir una posición radical anti-China, ni de perder energías demonizando su sistema político, sino de trabajar en las tres dimensiones de desarrollo tecnológico que Estados Unidos propone como metodología y que, a fuerza de ser sensata, es adoptable y adaptable a todos los países: Promote-Protect-Partner (promover la tecnología, proteger a las personas y aliarse con los socios correctos). En un tiempo en el que los ánimos están agitados y se afirma “everything is war related”, esto arranca en cada familia y llega a nivel de países y bloques. Y dependerá de los líderes que tengamos, pues la regulación no llegará a tiempo de decirnos qué hacer y qué no hacer.
Referencias
Estados Unidos. National Strategy for Critical and Emerging Technologies.
China. Outline of the People's Republic of China 14th Five-Year Plan for National Economic and Social Development and Long-Range Objectives for 2035.
Europa. A Strategic Compass for Security and Defense for a European Union that protects its citizens, values and interests and contributes to international peace and security.