Por Leonardo Veiga, profesor del IEEM, escuela de negocios de la UM
El emprendimiento es multifacético. Es necesario conocer sus diversas dimensiones para identificar las adecuadas de acuerdo con el análisis que se quiera realizar y las decisiones que se deban tomar.
Crear versus sobrevivir
Emprender es identificar una oportunidad y organizar recursos económicos en una nueva unidad productiva con el propósito de explotarla exitosamente. El carácter exitoso implica que los recursos productivos han sido reasignados a un nuevo propósito donde el valor que generan es significativamente mayor, lo que sería consistente con su contribución al crecimiento económico. En muchos países, entre los cuales no se encuentra —felizmente— Uruguay, gran parte de la actividad emprendedora no cumple con ese estándar. El emprendimiento ocurre por no encontrar otra fuente de ingreso, lo que se llama emprendimiento por necesidad. El Global Entrepreneurship Monitor (GEM) mide este fenómeno a nivel mundial todos los años. En 2018 la tasa de emprendimiento por necesidad de Uruguay fue de 4,6% y la del emprendimiento por oportunidad de 10,4%. En el caso de Suecia, por ejemplo, esas tasas fueron 5% y 0,6%, y en el caso de Brasil, 11% y 6,7%. Es decir, en Uruguay el emprendimiento independiente por oportunidad fue el doble que en Suecia, y el emprendimiento por necesidad en Brasil fue casi un 50% mayor que en Uruguay.
Ir versus llegar
Ser emprendedor es hacer, no hablar sobre ello. Hay mucho de lo que se denomina “actividad emprendedora” que consiste en personas que están haciendo cosas para algún día constituir una empresa. Esta fase es seguida por otra —a la que pocos pasan—, de establecer efectivamente una empresa.
El GEM también mide esas dos dimensiones. Las personas que se encuentran en la primera fase los denomina emprendedores nacientes, y los describe como aquellas personas que han comenzado a ejecutar acciones concretas para establecer una nueva empresa, pero no han pagado sueldos, salarios o cualquier otra remuneración a empleados o propietarios durante más de tres meses. Por otro lado, están los nuevos emprendedores, que son las personas que han sido dueños o gestores de una empresa en la que han pagado sueldos, salarios o cualquier otra remuneración a empleados y propietarios por más de tres meses, pero por menos de 42 meses.
De acuerdo con el GEM, en 2018 los emprendedores nacientes de Uruguay fueron el 11,1% de la población, mientras que los nuevos emprendedores fueron el 4,9%. Esas tasas en Chile fueron 16,0% y 10,1%, respectivamente. Es decir, al momento de concretar, los chilenos nos duplican.
Para mí versus para otro
Emprender no es sinónimo de crear nuevas empresas, sino de crear nuevas unidades productivas, las cuales pueden funcionar —por lo menos inicialmente— como parte de empresas ya establecidas. Los conocimientos, habilidades y experiencia que exige emprender cada vez son más requeridos en las empresas establecidas, en tanto adaptarse a los cambios del entorno demanda redefinirse permanentemente, introduciendo nuevos productos, procesos productivos y modelos de negocios. Una persona con perfil emprendedor puede preferir aplicar sus conocimientos, habilidades y experiencia dentro de una empresa establecida si concluye que el ambiente interno es propicio para ello, y encuentra ventajas como la posibilidad de disponer de los recursos y capacidades de la empresa.
El GEM también mide la actividad intraemprendedora de cada país a través de la tasa de actividad emprendedora de los empleados, que mide el porcentaje de adultos de entre 18 y 64 años que, como empleados, se han visto involucrados en actividades emprendedoras como desarrollar o lanzar nuevos productos o servicios, o constituir nuevas unidades de negocios, nuevos establecimientos o subsidiarias.
La tasa de actividad intraemprendedora para Uruguay en 2018 fue de 3,5%, mientras que, en Israel, por ejemplo, esa tasa fue de 7,2%, en Alemania, 5,2% y en Suecia, 6,8%.
Emplear versus no emplear
Una afirmación bastante frecuente es que el emprendimiento genera fuentes de trabajo, cuando lo correcto sería decir que algunos tipos de emprendimiento —conocidos como emprendimientos dinámicos— son los que mayor potencial tienen de generar puestos de trabajo. Existen otros casos que suelen registrarse como actividad emprendedora, pero que tienen un comportamiento completamente distinto. Por un lado, hay muchos emprendimientos que en realidad son relaciones de trabajo dependiente bajo la forma jurídica de empresas independientes. Por otro lado, también son emprendimientos actividades que por su propia naturaleza no tienen potencial para crecer.
El GEM distingue entre los emprendedores en función de las expectativas de creación de empleo en los próximos cinco años. En 2018 aquellos emprendedores que tenían la expectativa de crear 10 o más puestos de trabajo en los próximos cinco años eran el 13,8% del total, mientras que en Colombia eran el 39,2% y en Chile el 25,4%.
A modo de cierre
Hablar del emprendimiento en general involucra un conjunto demasiado amplio y heterogéneo. Tal como hemos visto, existe un conjunto de dimensiones que permiten configurar subconjuntos mucho más homogéneos, a partir de los cuales se pueden confeccionar políticas mucho más precisas.
Si un país está pensando en el emprendimiento como una vía para atenuar las deficiencias de su mercado de trabajo, la cifra que importa es el emprendimiento por necesidad y el porcentaje de emprendedores con altas expectativas de creación de puestos de trabajo. Si le preocupa la eficacia con la cual se canalizan las inquietudes emprendedoras hacia destinos productivos, el análisis conjunto de las tasas de emprendedores nacientes y nuevos emprendedores son un ingrediente ineludible del análisis. Si está evaluando la calidad de sus organizaciones empresariales para enfrentar los retos del futuro inminente, la tasa de intraemprendimiento tiene que estar sobre la mesa de trabajo.
Publicado en Café & Negocios, El Observador, 20 de marzo de 2019.