Por Andrea Giménez, directora del Máster en Dirección de Empresas de Salud del IEEM
El desafío de compatibilizar el funcionamiento de las empresas sanitarias con el nuevo entorno tecnológico mundial que se acerca.
Cuando pensamos en el futuro de las instituciones sanitarias, en realidad, ¿en que pensamos? ¿En mejoras tecnológicas? ¿En cambios dirigidos a la mejora de la salud o a la reducción de la enfermedad?
A nivel mundial se habla de grandes avances tecnológicos en todas las áreas. Por ejemplo, el Sky Cruise, un gigantesco hotel volador para 5.000 personas con un reactor nuclear a bordo, o el Foodom Restaurant, un restaurante totalmente automatizado en Guangzhou (China) o el Fly Zoo, un hotel inteligente en Hangzhou, también en China.Ambos son gestionados por una inteligencia artificial y totalmente atendidos por robots.
En los centros sanitarios también están surgiendo estos avances de la mano del ingreso de nueva y mejor tecnología en todas las áreas. A nivel diagnóstico surgen startups que trabajan en la predicción de un infarto o de la psicosis a través de una llamada telefónica, o la identificación de cáncer a través de estudios sanguíneos. En el área terapéutica aparecen centros de tratamiento proteómico, genético, 3D, etc., y en la rehabilitación la ingeniería robótica desarrolla partes del cuerpo o exoesqueletos robóticos que permitirán a pacientes cuadripléjicos deambular. A esto se suma la aparición de los primeros robots con actividad médica o de enfermería.
El mundo está sufriendo una revolución tecnológica y hay que trabajar para estar alineados a dichos cambios, asumirlos, procesarlos e incluirlos.
Una pregunta que hay que hacerse es: ¿Los problemas que hoy tenemos en las empresas sanitarias se solucionan con nueva tecnología? Seguramente muchos de ellos sí, pero no todos. Entonces, ¿qué problemas enfrentamos hoy los directivos de las empresas sanitarias que debemos resolver? Y, por otro lado, ¿dónde posicionamos el futuro en esa toma de decisión?
Diferenciar un problema de un deseo o una expectativa, puede parecer muy fácil. Sin embargo, no lo es tanto en la práctica. Lo mismo sucede cuando confundimos un problema con la consecuencia que este genera y terminamos tratando de resolver esa consecuencia sin identificar como se desencadenó.
De una consulta realizada a directivos del sector de la salud, se desprende que la preocupación a tres años se centra en problemas relacionados con los recursos humanos, recursos financieros, eficiencia operativa, políticas de prevención, el control interno, los canales de comunicación con la población, la importancia de la sustentabilidad; a lo que se suma el manejo de nuevas tecnologías como telemedicina. Ver el futuro a 10 o 15 años es difícil, por la velocidad de los cambios que experimenta el mundo, sumado el corto plazo que tienen los directivos para demostrar los beneficios a largo plazo de sus decisiones.
Viendo el entorno, a corto plazo, se requieren cambios que admitan posicionar las empresas sanitarias como centros con potencial para ser referentes. La globalización permite que este posicionamiento trascienda fronteras.
Sabemos que los recursos con los que contamos son finitos. Por eso, para lograr buenos resultados, se requieren decisiones basadas no solo en la seguridad y la eficacia de las opciones que se evalúen, sino también en la eficiencia que tengan.
Esto requiere conocer no solo los costos de dichas opciones, sino también el resultado que ellas generen y elegir aquellas que, al compararse, tengan la mejor relación entre la variación de los costos y las consecuencias que ambas opciones generan.
La Organización Mundial de la Salud propone generar más y mejor salud, entendiendo a ésta como el estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades. Es importante analizar qué hacen nuestras empresas para cumplir con este objetivo, que incluye no solo a nuestros usuarios (internos y externos), sino también al entorno social que los rodea.
Aquellas empresas sanitarias que centren su existencia en la gestión de procesos, que minimicen perdidas de recursos (humanos, materiales y económicos), cuyos resultados en salud muestren el mayor impacto en reducción de la aparición y/o mantenimiento de la enfermedad en la población y que sean eficientes, serán más competitivas.
Evaluarnos y compararnos es la mejor manera de conocer dónde estamos posicionados. Si estamos de acuerdo que la mayor eficiencia dentro del sistema sanitario se alcanza manteniendo la salud de todos nosotros, o sea evitando la enfermedad, entonces hay que transitar ese camino. Para gestionar e invertir en ese cambio sanitario son importantes tanto las políticas en salud que el Ministerio de Salud Pública genera, como el accionar y las decisiones de todas las estructuras sanitarias, así como la conducta que tenemos cada uno de los uruguayos, sanos o no.
La prevención de la enfermedad como herramienta de gestión es conocida desde hace mucho tiempo. Implementarla y llevarla adelante no solo es un tema de gobierno, debe ser una prioridad de la propia empresa. No debemos olvidar que nosotros, los usuarios del sistema sanitario, también tenemos un rol importante en lo que refiere a nuestra responsabilidad en el cuidado y la prevención de enfermedades en nosotros y los que nos rodean.
Hay cambios que debemos hacer que no requieren de nueva tecnología. Trabajar en ellos, liderar ese cambio y compatibilizar el funcionamiento de las empresas sanitarias con el nuevo entorno tecnológico mundial que se acerca, es el verdadero desafío.
Publicado en Café & Negocios, El Observador, 16 de julio de 2022. Foto de Scott Graham en Unsplash