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Héroes o ídolos


Publicado el : 08 de Agosto de 2018

En : Prensa

Por Pablo Regent, decano del IEEM, escuela de negocios de la UM

¿Qué significa ser héroe en una sociedad occidental del siglo XXI? A quiénes debemos reconocer y distinguir al final del día. Si preguntamos a niños es muy probable que entre sus respuestas encontremos jugadores de fútbol.

Hace unos días, por un tuit de vaya a saber quién, tuve acceso a la lista anual de condecoraciones al valor que concede el Reino Unido. Más específicamente, se trata de la Civilian Gallantry List 2018, que es elevada por el Gabinete británico para la aprobación de la jefa de estado, la Reina Isabel II. El contenido de la lista es de lo más variopinto. Cuando comencé a leerla imaginé casos pertenecientes a las fuerzas armadas inglesas que caían combatiendo en escenarios del Lejano y Medio Oriente. Totalmente equivocado. Tanto me sorprendió que la leí de punta a punta. Comienza con una sorpresa. La de una medalla póstuma al valor. Fue concedida a un turista español que tuvo la mala fortuna de ir paseando en skate por el Puente de Londres cuando el 3 de junio del pasado año una célula terrorista atropelló transeúntes y luego continuó baleando y acuchillando a los que habían sobrevivido. En medio de ese pandemónium, Ignacio Echevarría se lanzó a la carrera hacia los terroristas sin más arma que su patineta. Su acción distrajo a los terroristas de las víctimas potenciales, y al enfrentarse a Ignacio concedieron a su pesar el tiempo para que otros escaparan. Las heridas que sufrió Ignacio fueron fatales. En la justificación de la distinción vale detenerse en “… he could have taken cover but did not do so. He was unarmed and untrained. The danger was apparent but he made a deliberate choice to try to stop the attack, putting himself in harm’s way”.

La lista es larga. Incluye a policías y guardias de tránsito que actuaron con valentía en el mismo atentado. A un civil inglés que mientras paseaba con su esposa en Finlandia, defendió a una mujer que estaba siendo atacada por un hombre armado con un cuchillo, sufriendo él mismo graves heridas. También encontramos a un bañista que en una playa perdió la vida salvando la vida de dos adolescentes que se estaban ahogando. O a otro que salvó a un conductor atrapado en su vehículo que luego de un choque se estaba prendiendo fuego. Así varios casos más. En todos ellos el común denominador es que desinteresadamente pusieron su vida en peligro para salvar la de otros. La mayor parte de las veces simples desconocidos a los cuales nunca habían visto ni volverían a ver. En algunos casos el final fue feliz, en otros no lograron su cometido y, en varios, lamentablemente, su heroísmo les cobró como precio su propia vida.

La lista uruguaya

A qué viene todo esto. Tengo muy claro que nosotros no somos ingleses. Nunca hemos actuado como piratas ni invadidos países inocentes (lo de Paraguay y la Triple Alianza complica un poco, pero al final les devolvimos las banderas). Somos solidarios y cálidos. Todo esto es cierto. Sin embargo, últimamente estoy echando de menos un cierto sentido común para valorar lo importante que cuando era niño me parece era común en nuestra sociedad. En Uruguay, en los últimos meses hemos tenido varios héroes que merecerían estar en la lista de la Reina, si acá tuviéramos una. El delivery que intentó proteger a la cajera y murió baleado, el otro que intentó proteger a su padre, el policía que acudió sin medir riesgo al llamado de auxilio de una mujer que estaba siendo hostigada por una expareja. Y otras más en temas que nada tienen que ver con la delincuencia pero que implicaron arrojo y entrega por ayudar al prójimo. No pido que construyamos historias épicas como la del niño héroe Dionisio Díaz o la del estudiante de medicina Gustavo Volpe. O quizás sí, ¿por qué no? ¿No ayudaría a nuestra sociedad que los comportamientos heroicos de verdad fueran reconocidos? Podríamos reconocer también a algunos que, sin riesgo de muerte, pero con una entrega notable de su tiempo y esfuerzo se desviven por hacer la vida mejor a los demás.

Cansa un poco el papel que han tomado los deportistas en el ideario colectivo. Reconozco que hacerle dos goles a Inglaterra luego de una lesión difícil o clavarla en el segundo palo del Portugal de Cristiano vale quedar en la historia. Pero ¿nos vamos a quedar con este nivel de heroicidad? ¿No tenemos nada más que esto, ídolos, que no héroes, deportivos?

Los deportistas ya tienen quien “los promueva”. Lanzo aquí una invitación a que alguna de las múltiples dependencias de nuestro Estado cree el canal para que cuando una persona parece tener un comportamiento heroico, esto es, “… que se distingue por haber realizado una hazaña extraordinaria, especialmente si requiere mucho valor”, cualquier ciudadano pueda postularlo. No tenemos a la Reina, pero nos tenemos a nosotros. A fin de año, quizá antes de tirar las cañitas voladoras, podamos reconocer como sociedad a aquellos que se lo merecen. Y tendremos ejemplos a seguir por nuestros jóvenes algo más interesantes que simplemente millonarios deportistas en pantalones cortos.

Publicado en Café & Negocios, El Observador, 8 de agosto de 2018.


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