Por Leonardo Veiga, profesor del IEEM
Hace algunos años, circulaba un video impactante de Chávez en el que se lo veía caminando por una plaza de Caracas mientras expropiaba edificios a los gritos. Las decisiones de Trump de aumentar los aranceles —un día a unos, otro día a otros— me recuerdan a aquel episodio. Ahora bien, Chávez realmente expropió aquellos edificios. ¿Es la verdadera intención de Trump construir un muro arancelario que aísle a Estados Unidos del mundo? ¿O simplemente está utilizando una estrategia para maximizar su poder de negociación?
Trump y el uso estratégico de los aranceles
El presidente argentino Javier Milei, aliado de Trump, argumenta que Trump no va a aplicar una política proteccionista indiscriminada, sino que está empleando la amenaza de los aranceles como una táctica de negociación estratégica. El verdadero poder radica en la amenaza, más que en la imposición.
Un ejemplo de esto fue la crisis con Colombia, cuando el presidente Gustavo Petro se negó a recibir dos aviones con colombianos deportados desde Estados Unidos. Trump amenazó con aranceles punitivos y, en solo un día, Petro cedió completamente, demostrando la eficacia de esta herramienta de presión. Sin embargo, esta estrategia puede tener costos colaterales significativos, si no se maneja con cautela.
Impacto económico de los aranceles
El efecto inmediato de los aranceles es la disrupción de las cadenas de suministro globales. La producción moderna depende de insumos importados y, al encarecerlos, las empresas deben absorber costos, trasladarlos a los consumidores o reorganizar su cadena de suministro, lo que implica inversiones significativas y riesgos.
Además, los aranceles generan inflación al encarecer bienes importados, afectando el poder adquisitivo de los consumidores. Para contrarrestarlo, los bancos centrales pueden endurecer su política monetaria, pero esto puede desacelerar la economía y afectar el empleo. La inflación derivada de los aranceles también podría erosionar la confianza de los inversores internacionales, creando un ciclo negativo difícil de romper.
El riesgo de una guerra comercial y la respuesta de China
Cuando un país impone aranceles, sus socios comerciales suelen responder con represalias, dando lugar a guerras comerciales perjudiciales para todas las partes. Trump primero amenazó con aranceles a México y Canadá, amenaza que dejó luego en suspenso. Pero, acto seguido, aumentó aranceles al acero y aluminio a una multiplicidad de países, dentro de los cuales se encuentra —paradójicamente— Argentina. Esto ya está generando represalias y afectación del comercio mundial.
Mientras Estados Unidos avanza con medidas proteccionistas unilaterales, China aprovecha el espacio que se deja vacío para asumir el liderazgo del respeto al multilateralismo y la defensa del libre comercio. Si Washington intensifica su proteccionismo, Pekín evalúa abrir completamente su economía a los países en desarrollo, lo cual acelera un cambio de roles en el comercio global.
Erosión del sistema multilateral de comercio
El debilitamiento de la Organización Mundial del Comercio (OMC) es otra consecuencia preocupante de los aranceles unilaterales. La OMC proporciona un marco para resolver disputas comerciales, pero, cuando los países poderosos ignoran sus normas, su legitimidad se ve socavada, y esto fomenta la incertidumbre y fragmentación del sistema global.
Si esta tendencia continúa, las reglas comerciales podrían ser determinadas unilateralmente por las grandes potencias, dejando en desventaja a los países más pequeños y erosionando décadas de cooperación económica. Esto podría llevar a un mundo donde el poder económico determine las reglas, en lugar de principios de equidad y cooperación internacional.
Impacto en sectores clave y el consumo interno
Los aranceles afectan a distintas industrias de manera desigual. Sectores como la agricultura sufren represalias comerciales que reducen exportaciones y obligan a los productores a depender de subsidios. Algunas economías pueden beneficiarse de la reubicación de cadenas de suministro, pero estos beneficios no compensan las pérdidas globales.
Además, parece increíble que no se prevean las consecuencias de reducir déficits comerciales bilaterales de Estados Unidos: una caída abrupta del consumo interno. Si Estados Unidos impone aranceles para reducir su déficit con un país, las importaciones se encarecen, disminuye el consumo y aumenta el costo de vida. Esto reduce la competitividad de las exportaciones, lo que aumenta aún más los déficits comerciales y provoca nuevas rondas de aranceles neutralizadores. Un círculo vicioso que podría tener un impacto devastador en la economía global.
Conclusión: ¿estrategia o proteccionismo con consecuencias imprevistas?
Aún cuando el proteccionismo fuera una amenaza y no un plan, el daño ya está hecho y es difícilmente reversible. Ha quedado claro que cosas que considerábamos imposibles pueden suceder. El marco de certezas que brindaron los compromisos comerciales internacionales fue la base del florecimiento de una economía mundial interdependiente. En toda planificación estratégica prudente este cambio en las reglas de juego tiene consecuencias decisivas que veremos traducidas en un menor dinamismo de la economía mundial.
En última instancia, la pregunta sigue siendo: ¿está Trump jugando al blufeo para obtener mejores acuerdos, o está sembrando las semillas de un aislacionismo económico que podría transformar el orden global? Solo el tiempo lo dirá, pero los riesgos son demasiado altos para ignorarlos.