Por Pablo Regent, decano del IEEM
El “futuro” lo construimos cada día. La naturaleza del trabajo uruguayo debe cambiar si no queremos perder más de la mitad de los puestos en 20 años. Estamos avisados y somos todos responsables.
Hace un año atrás presentamos en la Asamblea de Antiguos Alumnos del IEEM el resultado de un trabajo de investigación llevado a cabo junto a los profesores Valeria Fratocchi e Ignacio Munyo, que replicó la investigación de Frey y Osborne (Universidad de Oxford) en Uruguay. El resultado central mostraba que más de uno de cada dos de los puestos de trabajo existentes en el país tenían una altísima probabilidad de desaparecer en los próximos veinte años. Si bien este dato fue lo que más atención concitó, varias otras partes del estudio tenían un valor aún mayor. En todos los casos, los hallazgos mostraban futuros poco auspiciosos para nuestro modo vernáculo de hacer y trabajar.
Un año después no podemos quejarnos de que nuestro trabajo haya sido en vano. Desde el gobierno se hace mención a nuestros cálculos con evidente aprehensión, declaraciones de representantes sociales y sindicales muestran que han comprendido que el camino para afrontar el problema no es la negación o la cerrazón a los avances tecnológicos, sino trabajar para anticiparse a las crisis y dramas sociales que arriesgamos enfrentar.
Hasta aquí podemos decir que todo va bien. Sin embargo, aquí mismo nos quedamos. No alcanza que quienes tienen el poder de gobernar reconozcan el desafío. Es apenas una condición necesaria para construir un futuro que encuentre a los uruguayos entre los ganadores de la nueva revolución tecnológica. Hace falta mucho más, y hace falta comenzar a trabajar ya.
LA NATURALEZA DEL TRABAJO: CAMBIO INMINENTE
En términos generales hay que entender que debemos transformar la naturaleza del trabajo en Uruguay. La mitad de los puestos de trabajo que tenemos van a desaparecer o, si no lo hacen, se van a convertir en puestos de trabajo nada competitivos, que por agregar mínimo valor, poco van a poder rentar en términos de retribuciones.
Evidentemente quienes tengan poder y responsabilidad de gobernar deben defender el trabajo de los uruguayos. Es casi su principal mandato. Pero no deben confundirse gastando sus energías en lo sencillo, lo fácil, y hasta lo que por su inmediatez presenta un claro rédito político. Este esfuerzo sería inútil si nuestros gobernantes se dedicasen a defender los puestos de trabajo actuales como tales en vez de crear las condiciones para que los uruguayos estén en condiciones de realizar tareas más sofisticadas, de mayor valor agregado, en definitiva, más difíciles de ser sustituidas por la tecnología.
Es difícil oponerse en términos generales a lo que se afirma en el párrafo anterior. La dificultad comienza cuando salimos de lo general y vamos a lo concreto, a los medios que se deben poner en práctica. Es aquí donde quizás comiencen las resistencias entre los sectores más conservadores de nuestra sociedad. Esta afirmación viene al caso pues en todo este año muy poco se ha visto hacer desde el gobierno y sindicatos en lo que es vital para crear las condiciones a las que antes referíamos.
Un año atrás reclamamos avanzar hacia una modernización del derecho laboral que hoy rige en Uruguay. Lo que tenemos es adecuado para una realidad muy diferente a la que estamos enfrentando. Es un esquema legal correcto para una economía industrial, propia de la primera mitad del siglo XX. Para lo que se nos viene, no solo es un derecho que no ayuda sino que entorpece en forma notoria la expectativa de defender el trabajo de nuestros ciudadanos.
Otro reclamo que no parece haber tenido el mínimo eco se refiere al sistema tributario. Cuando uno observa la nueva lógica del trabajo del futuro (del presente deberíamos decir) no puede menos que concluir que el nuestro es un sistema anacrónico, fuera de sintonía con la nueva economía. Todo nuestro andamiaje impositivo sigue basado en el concepto de producto físico, cuando lo que cada vez importa menos es justamente la materialidad. Transparencia, trazabilidad fiscal y entrega de información a fiscos extranjeros avanza a pasos agigantados. Deberíamos poner el mismo esfuerzo, o más, en anticipar los desafíos desde el punto de vista fiscal imprescindibles para promover actividades de alto valor agregado y complementación tecnológica. Al menos, en este caso hay un consuelo, en la mayor parte del mundo los sistemas tributarios están obsoletos pues siguen teniendo una lógica industrial. Con esto, en Uruguay, a diferencia del derecho laboral, tenemos una chance de mover primero y convertir una carencia en una ventaja.
GOBIERNO, EMPRESAS Y SINDICATOS
Los deberes no son solo para los gobernantes. Las empresas deberían, por su parte, realizar inventarios de tareas automatizables y establecer planes a largo plazo, no hay que olvidar que este fenómeno se desarrolla en forma no inmediata; hablamos de diez a veinte años. De a poco hay que ir trabajando para que las empresas no desperdicien esfuerzos valiosos en tareas rutinarias que no agregan valor y que a medida que la tecnología avance y los precios bajen, será adoptada por sus competidores en el mundo exterior, lo que obligará a hacerlo acá también so pena de sucumbir competitivamente. Y ahí no habrá trabajo ni para robots ni para humanos.
Por último, no por no haber más tareas, sino porque se nos acaba el espacio, un reclamo a los sindicatos. A ellos les toca comenzar a pensar en el largo plazo. Es necesario que incorporen en su agenda el indicador de obsolescencia tecnológica. Que trabajen para que junto a las empresas y al gobierno se tomen medidas para comenzar a reducir el 54% que hoy presenta Uruguay. Esto se puede hacer a nivel de sector, de región, de empresa. La metodología está y la ponemos a disposición del que la quiera usar. Si este riesgo mortal realmente les preocupa, deberíamos empezar a ver pintadas y pancartas reclamando por la baja del tan mentado 54%.
Publicado en Café & Negocios, El Observador, 5 de abril de 2017. Caricatura: Salvatore