Por Inés Prosper, directora de MDES del IEEM
Dirigir servicios significa dirigir personas. En el ámbito de la salud, esto implica gestionar equipos con características y motivaciones diversas, a quienes se les asignan diferentes tareas y se les exige resultados variados. Liderar médicos y otros profesionales de la salud es particularmente complejo, debido a la asimetría de formación entre quien lidera y quien ejecuta, sumado a la limitada visibilidad que el líder tiene sobre el accionar diario del clínico.
Un director técnico, por ejemplo, puede ser un doctor en medicina con múltiples posgrados, como administración y medicina interna, pero no necesariamente domina en profundidad las especialidades de los colegas a quienes dirige, lo que limita su capacidad de control sobre el accionar de su equipo médico. En este contexto, el control se basa más en la selección adecuada de los profesionales que en un conocimiento detallado de cada actividad.
La realidad actual, tanto en nuestro país como en muchos otros, muestra que muchos profesionales de la salud recurren al multiempleo para complementar sus ingresos. Esto los obliga a desplazarse entre varias instituciones, factor que afecta tanto la vida personal como la calidad de la atención que brindan. Este ritmo genera fatiga, estrés y reduce la disponibilidad para los pacientes, impactando negativamente en el servicio. Además, les impide desarrollar un verdadero sentido de pertenencia hacia las instituciones que los contratan por unas pocas horas semanales.
En este contexto, es esperable que, al enfrentarse solos a decisiones difíciles, los profesionales no siempre alineen sus acciones con los intereses de la organización o los objetivos del equipo. Tienden a actuar como profesionales independientes bajo el logo de la institución de turno.
Es importante aclarar que esta situación no refleja una falta de voluntad o motivación para atender adecuadamente a los pacientes. Al contrario, el multiempleo surge muchas veces como una solución para equilibrar un trabajo que resulta gratificante por el impacto que tiene en los pacientes, pero que no ofrece ingresos suficientes, con otros empleos que permitan cubrir sus necesidades económicas. La motivación sigue siendo un motor fundamental para los profesionales de la salud.
La propuesta es, entonces, romper este círculo donde sea posible. Revisar las estructuras organizativas para identificar oportunidades que permitan formar equipos de profesionales que dediquen más tiempo a una sola institución, sintiéndose parte de ella y contribuyendo no solo al cuidado de cada paciente, sino también a la mejora del servicio en su conjunto.
Así, se propone atender la motivación de las personas y a la vez generar un impacto positivo no solo en el servicio, sino en la calidad de vida de estos profesionales. Más aún, este tipo de esquema permite a quien dirige llevar a cabo una tarea fundamental para desarrollar su liderazgo: formar el criterio de los profesionales. La formación de criterio requiere tiempo, conversaciones, discusiones de situaciones y liderazgo desde el ejemplo, pero asegura que quienes se encuentren frente al paciente no sean solo profesionales independientes, sino miembros de un equipo.
En definitiva, liderar un equipo de salud no se trata solo de coordinar tareas o controlar recursos, sino de construir un equipo sólido y comprometido. Romper el ciclo del multiempleo, donde sea posible, puede ser una herramienta valiosa para que los profesionales se sientan parte de una institución y responsables del éxito colectivo. Al final del día, un equipo bien formado, con criterio compartido y motivado por un propósito común, puede marcar la diferencia en la calidad del servicio y en el bienestar tanto de los pacientes como de los profesionales que los cuidan.
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