Por Pablo Regent, decano del IEEM, escuela de negocios de la UM
En la empresa, en emprendimientos personales, en la familia, el miedo suele protagonizar la toma de decisiones. Justificado o no, el miedo suele ser el principal obstáculo para el cambio.
¿Por qué a igual educación formal algunas personas hacen cosas grandes mientras que otras apenas discurren? ¿Por qué algunos “excelentes alumnos” rinden menos en su vida laboral que otros que no eran tan brillantes? Más difícil de responder, ¿por qué no me animo a intentar eso que en mi intimidad moriría por alcanzar? Si usted se ha hecho alguna de estas preguntas y no cree haber obtenido una buena respuesta, lo invito a compartir conmigo la importancia que doy al miedo como raíz de tantos fracasos personales.
El miedo, ese sentimiento angustiante que nos invade ante lo que anticipamos como un peligro, no es necesariamente algo malo. Si el peligro es real y no imaginario, nos pone alertas para evitar un daño potencial. Lamentablemente, hay personas que tal situación las paraliza, generándoles una desconfianza que las lleva a magnificar la probabilidad de que sucedan eventos no deseados. El miedo es tan invasivo que, en ocasiones, ni siquiera nos damos cuenta de que hemos perdido nuestra libertad de decidir. ¿Cuáles son los miedos que nos impiden ser dueños de nuestras decisiones? Por sobredimensionar las dificultades sentimos miedo a lo desconocido. También a fracasar, ¿y si pido un aumento y me dicen que no? Desde otra perspectiva, la mediocridad en las aspiraciones nos induce a temer ser visto como el tonto del grupo, ¿y si por ser el único que invierte en A en lugar de B termino siendo el hazmerreír de todos? Por último, quizás más que todo lo anterior, la baja altitud de miras tan cara a la mediocridad produce ese miedo desagradable que nos impide salir de nuestra zona de confort. Abrazarnos a ese trabajo que no nos conforma, pero con el que vamos tirando, con terror a poner en riesgo lo que tenemos, aunque signifique renunciar a la posibilidad de lograr mucho.
Amigo lector, si llegó hasta acá es debido a que estas preguntas no le son ajenas. Quizás se esté preguntando si es un potencial esclavo de la mediocridad que conlleva el miedo. En el caso de que la esclavitud le venga por una carencia genética en su temperamento o debido a un carácter erróneamente construido, quizás sea momento de pedir una cita médica. Por el contrario, si considera que lo suyo no es patológico, quizás revisar su capacidad para enfrentar un mundo azaroso y, por definición, plagado de incertidumbres, lo pueda ilustrar acerca de cuán cerca está de ser capturado por Fobos, el dios al que los griegos atribuían el poder sobre el miedo.
Capacidad de gestionar el cambio y no sucumbir por los miedos:
Aprender, enfrentar y superar
No se asuste por tener miedo, ya sus padres seguramente le dijeron que valiente no es el que no siente miedo sino el que logra vencerlo. De todas formas, ayuda mucho trabajar sobre uno mismo para limitar la aparición de esa percepción a la cual vencer desarrollando habilidades y actitudes que reduzcan el miedo a lo desconocido, a la vez que lo ayuden a crecer en seguridad y autoestima. Para ello trate de entender la complejidad del mundo que lo rodea. No pare de aprender, será una ayuda enorme para construir su capacidad creativa al momento de enfrentar problemas aparentemente insolubles. En lo que esté, observe con atención las relaciones de causa y efecto, desarrolle la capacidad de ver donde otros ni se enteran, y una vez que comprenda el porqué de lo que sucede, anímese a intentar convencer, que el mundo necesita líderes.
Es evidente que uno no elige el momento en que le toca nacer, pero al menos tiene el derecho y el deber de elegir la forma en que lo desea vivir. Sin embargo, para elegir hay que tener opciones factibles, y estas se construyen cuando uno decide trabajar en la empresa que es uno mismo.
Publicado en Café & Negocios, El Observador, 6 de febrero de 2019.