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El fanatismo en el trabajo


Publicado el : 12 de Abril de 2024

En : General

Por Joaquín Ramos, profesor del IEEM

 

¿Hay lugar para un poco de fanatismo en el trabajo? ¿Es conveniente? Si la respuesta es afirmativa, ¿cómo podemos gestionarlo?

Dejó la sala de reuniones muda. Por unos instantes, nadie se atrevió a expresar palabra. Las miradas y las posturas corporales indicaban clara incomodidad. La gerente seguía mirando a su equipo en forma desafiante, esperando una respuesta, una reacción, una señal de vida, algo. En el último mes habían recibido tres reclamos de clientes importantes y no habían podido alcanzar dos de los cinco objetivos estratégicos establecidos el trimestre anterior. El silencio fue interrumpido por la puerta que se abrió. Un colaborador, que llegaba veinte minutos tarde, se disculpó explicando que el tráfico estaba terrible. “Espero una respuesta para antes del mediodía. Esto depende de ustedes”, expresó la gerente y abandonó la sala.

Esta anécdota, ficticia, bien puede ser común y corriente en muchas organizaciones. Cosas malas que pasan, que podemos llamar síntomas, y una persona indignada, molesta —en este caso, la líder— que no entiende cómo es que su equipo puede permanecer imperturbable ante el trabajo mal hecho.
Otros plantearán una mirada alternativa, ver el vaso medio lleno: la mayoría de los clientes satisfechos, la mayoría de los indicadores al día y la rentabilidad y las finanzas en orden y, muy importante, el clima laboral ameno. Sí, pasan algunas cosas malas, pero tampoco se puede cumplir todo al 100 % siempre, ¿no?

Sin embargo, hay personas que no están dispuestas a tolerar esos desvíos o fracasos puntuales, como la gerente enojada porque su equipo recibió tres reclamos de clientes. Pero esas personas pueden ocupar cualquier lugar jerárquico en la empresa. Su perfil no les permite dar el brazo a torcer frente a la mediocridad o la resignación colectiva. Personas que incomodan con sus preguntas, cuando señalan objetivamente que algo salió mal, o que interrumpen el calmo ambiente con enojo o indignación; lo que otros etiquetan como demasiada pasión o incluso, cierto fanatismo.

Entonces, ¿quién está en el acierto? El que relativiza con paños fríos y mira la mitad llena del vaso o aquel en tensión que no puede creer cómo el resto puede permitir determinada situación. Por eso, vale la pena preguntarse: ¿hay lugar para un poco de fanatismo en el trabajo?

De acuerdo con la RAE, el fanatismo se define como el ‘apasionamiento y tenacidad desmedida en la defensa de creencias u opiniones, especialmente religiosas o políticas’. Y agrega algunos sinónimos que quizá ayuden a responder la pregunta: ‘intolerancia, obstinación, extremismo, radicalismo, sectarismo, exacerbación, exaltación, incondicionalidad’.

Visto de esta manera, el fanatismo es malo. El fanatismo puede cegar y limitar la objetividad. Es fuente de creación de “tribus” en las organizaciones, ubica a las personas en veredas enfrentadas con posturas irreconciliables que plantean el status en términos de “ellos o nosotros”, donde se sostiene determinada bandera que representa valores que unen y separan, más allá de la cultura general que la empresa quiera instaurar. El fanatismo está asociado a personalismos y, por lo general, los personalismos caen mal.

Sin embargo, visto de otro modo, la RAE también ubica al fanatismo cerca de la pasión, el entusiasmo, el fervor y la fogosidad. Y acá es cuando un poco de fanatismo puede ser clave para que cualquier organización evolucione y prospere.

No debemos olvidar que el principio del Homo economicus establece que las personas buscan ganar más, no menos, y buscamos hacer menos para ganar lo mismo. Es un principio evolutivo propio de cualquier ser humano. Y cuando permanecemos cierto tiempo en la misma área, organización o industria, el riesgo es que lleguemos al punto de marchar en piloto automático, tomando por normales situaciones que alguien ajeno al propio grupo no podría acreditar. Como esa mancha de humedad en tu casa que nunca arreglaste y meses después ya forma parte de tu hogar… cualquier visita la señalaría al entrar por la puerta.

Sin saber si es bueno o malo, ¿te reconocés un poco fanático? Quizá estas preguntas puedan ayudarte con el diagnóstico: ¿has tenido una noche de mal sueño por un error?, una conversación mal manejada, una mala negociación… ¿Te ha enojado un resultado no deseado?, una meta incumplida, un error gramatical en un posteo… ¿Has sentido culpa por no haber dado el máximo?, un mail mal redactado, una reunión en la que no interviniste… ¿Solés ser cómplice silencioso de conductas mediocres de tus colegas?, llegadas tarde, demoras en responder correos, tareas inconclusas… ¿Has evitado dar un feedback negativo a alguien que lo precisa o que podría ayudarlo? ¿Te has agachado para levantar un papel tirado en el piso de tu oficina?

La pasión, bien entendida, suele entregar ese extra que mueve a las personas, los equipos y las organizaciones. La realidad indica que a veces (o muchas veces) no alcanza con hacer un buen trabajo. Si todos hacemos un buen trabajo, será difícil destacar. Por eso incomoda cuando alguien va más allá y hace un gran trabajo, o cuando alguien señala que ni siquiera hemos logrado un trabajo aceptable. Si todo es procesos y cumplir con algunos indicadores, las organizaciones no evolucionan, se van acomodando y jugando para cumplir esos indicadores, por el indicador mismo. La pasión, un poco de fanatismo, nos mueve a trabajar para cumplir con el objetivo por el cual fijamos ese indicador y no nos deja conformarnos solo por alcanzar el estándar. La fogosidad suele contagiar o, por lo menos, incomodar al resto. Y cuando estamos incómodos, nos movemos.

Si te tocó liderar una reunión como la descrita al inicio de este artículo y percibiste cierta desidia en tu equipo, seguramente haya algo que resolver. La gerente pudo haber terminado la reunión de otra manera, pero optó por mostrar malestar y disconformidad ante el trabajo mal hecho. Si es buena liderando, sabrá que esa reacción sacará lo mejor de su equipo.

Los que dirigimos organizaciones debemos tener presente cuál es el grado de fanatismo existente. Debemos identificar a las personas con ese perfil y trabajar para que esa pasión corra dentro de los carriles deseados, y así lograr mejores desempeños y generar una sana incomodidad en el resto del equipo. No es tarea sencilla, demanda tiempo y muchas conversaciones. Pero, más allá de que es nuestra responsabilidad, vale la pena.

 


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